Política Líquida
Allá por el 2020, cuando el gobierno de Alberto y Cristina Fernández hizo uso del estado de excepción y encerró a la población durante casi dos años en nombre de una emergencia sanitaria que curiosamente dejaba de serlo cuando a ellos les convenía, un amigo me recomienda la controversial plataforma TIK TOK de origen chino, que en este momento era cuestionada por el gobierno de Trump por la utilización de los datos y la amenaza en seguridad que esto pudiera representar para Estados Unidos.
Bailes, desafíos y otros contenidos “light” que si bien no llegaban a divertirme al menos me entretenían y por su corta duración y alta rotación nunca llegaba a aburrirme. Entre todo ese mar de entretenimiento, aparecían recortes de discursos de una figura curiosa, un político joven, meticuloso en su aspecto y formas, inteligente, bilingüe y con una comunicación política completamente novedosa. Se trataba de Nayib Bukele, un joven empresario que vendría a cambiar la historia de El Salvador.
Hoy, que me toca colaborar en algunas campañas locales en ese país, entiendo mucho mejor el contexto en el que emerge Bukele y también, que no era casual que sus videos se hayan visto en nuestro país, ya que a la misma vez un partido de derecha llamado Vox ganaba cada vez más afiliados en España y un tal Javier Milei, exótico panelista económico, empezaba a construir su campaña política para diputado en el 2021. Es incuestionable que hubo un cambio fuerte en el mapa político ideológico a partir del 2020 y este despertó un apetito voraz de la población por nuevos liderazgos; NUEVAS IDEAS.
Desde su llegada a la presidencia el 1° de junio de 2019, Nayib Bukele, ha profundizado su poder político a costa de estrategias que han desafiado el estado democrático y de derecho. A principios de este año, el oficialismo logró alcanzar la mayoría calificada en la Asamblea Legislativa, lo que le ha permitido aprobar leyes sin negociar con la oposición y renovar en su totalidad a la Sala en lo Constitucional cuyos fallos le habían sido adversos. El impacto de esta medida no tardó en verse, cuando los nuevos jueces habilitaron la reelección presidencial pese a que está expresamente prohibida por la Constitución.
El analista político salvadoreño José Miguel Cruz, profesor de la Universidad Internacional de Florida (FIU), considera que las raíces de la victoria de Bukele hay que rastrearlas en la “desilusión” con las organizaciones políticas que han liderado el país hasta ahora: “Lo que explica el triunfo de este candidato y la fuerza con la que ganó es que la gente está profundamente decepcionada con los partidos tradicionales que se han visto envueltos en escándalos de corrupción y que no han resuelto los grandes problemas que afectan al país”.
Estos liderazgos a mi entender no solo han sepultado la lógica tradicional y dicotómica de izquierda y derecha logrando por ejemplo que partidos de izquierda, peronistas y radicales se encolumnen juntos, sino que también, en algún punto vienen a poner sobre la mesa un tema completamente tabú:
“LA INEFICACIA COMPROBADA DEL SISTEMA DEMOCRÁTICO PARA SOLUCIONAR LOS PROBLEMAS ELEMENTALES DE LOS CIUDADANOS DEL SIGLO 21.”
Mientras Cabandié constituía el fideicomiso para el Fondo Nacional del Manejo del Fuego (hoy en discusión por el mal manejo de los fondos públicos), que disponía hasta 2022 de unos 3 mil millones de pesos, la provincia de Corrientes ardía ante la impotencia de un puñado de bomberos voluntarios que, sin recursos, trataban aplacar el fuego a azotes como en el gran incendio de la Roma de Nerón.
La respuesta espontánea no surgió del viejo andamiaje oxidado de las estructuras clásicas políticas sino desde las redes sociales cuando un ignoto Santiago Maratea, en apenas 12hs había juntado 100 millones de pesos y terminó donando camionetas y autobombas a diferentes cuarteles de la provincia.
“ESTOS GESTOS FUERON ALIMENTANDO EL INCONSCIENTE COLECTIVO CON LA IDEA DE QUE UN LÍDER CARISMÁTICO Y HONESTO PUEDE MÁS QUE EL ESTADO”
Estas nuevas narrativas que no se encuadran en los estamentos tradicionales son capaces de atraer a personas de los lugares más disimiles. Ya la ideología no importa. Tampoco los partidos o las viejas figuras de bronce. Basta con ver el nivel de discusión que se da en los debates de la cámara de diputados para comprender el colapso en el que ha caído el propio sistema.
Una señora sin los estudios primarios, discute a los gritos con una ex vedette del partido opositor mientras otro señor que claramente está ahí por ser el cuñado de un conocido político, lee un discurso que alguno de los treinta asesores le escribió.
“LA CULTURA LÍQUIDA MODERNA YA NO SIENTE QUE ES UNA CULTURA DE APRENDIZAJE Y ACUMULACIÓN, COMO LAS CULTURAS REGISTRADAS EN LOS INFORMES DE HISTORIADORES Y ETNÓGRAFOS. A CAMBIO, SE NOS APARECE COMO UNA CULTURA DEL DESAPEGO, DE LA DISCONTINUIDAD Y DEL OLVIDO.” Z. BAUMAN
Han manoseado tanto las leyes, han prostituido de tal manera las instituciones y manipulado burdamente la moral que lograron que a gran parte de la población ya no le importen determinados valores como lo “democrático”, lo “republicano”, “la división de poderes”, “la institucionalidad”. La gente quiere soluciones.
Lo importante ahora es el poder, llegar a él o permanecer ahí el mayor tiempo posible. No importa lo que se dijo hace uno o dos años; si hay que sostener lo contrario, se hace, y a otra cosa, al igual que con las alianzas. Como diría Zygmunt Bauman, hoy estamos en presencia de una sociedad liquida, muy pragmática dispuesta a tolerar una base china, mientras se aplica una vacuna rusa y pide urgente por la dolarización de la economía. Ansía que el Papa venga este año a la Argentina mientras googlea el significado de los posteos hebreos de Milei.
“ESTAMOS INGRESANDO EN UNA SOCIEDAD LIQUIDA QUE DEMANDA TAMBIÉN UNA POLÍTICA LIQUIDA, EXPEDITIVA Y RESOLUTIVA.”
Atender la inmediatez de una sociedad liquida solo es posible dejando atrás las viejas y pesadas estructuras políticas de antaño, y con liderazgos sólidos, carismáticos y pragmáticos. Lo cual implicará tarde o temprano una vuelta a la lectura del primer peronismo.
Hasta ahora, tanto el caso de Bukele como de Milei demuestran que pueden ser capaces de avanzar sobre cualquiera de las viejas estructuras casi sin pagar costos políticos, una alta imagen positiva y un profundo hartazgo de una gran parte de la sociedad parecen un cheque en blanco para las reformas que la sociedad viene pidiendo desde hace varios años.
Del otro lado, los gritos dramáticos de la perdida de privilegios y el rechinar oxidado de las viejas estructuras son sepultados bajo el honroso manto de silencio con el que la clase media vuelve a pagar los platos rotos de la fiesta. Mientras tanto a la casta, la política líquida se le escapa entre los dedos.